Lo que aprendí de la tormenta
(Para leerlo luego de mi blog “Aventura en las Filipinas ” )
Pienso que Dios nos habla a través de los acontecimientos de la vida cotidiana y definitivamente, el susto tan grande que vivi en el barco en Filipinas me hablo claramente al corazón.
Desde que nos subimos al barco para regresar a Cebú, luego de la llamada que Kate recibió de su papa para avisarle que debía devolverse por el mal clima, empezó mi angustia. Tengo que confesar que al comienzo no hubo oración, sino me embargo el sentimiento. Tal vez lo mismo que sucede cuando uno recibe una mala noticia de salud, de trabajo, o un problema grave en el matrimonio o con un hijo. Al comienzo solo hay dudas, angustia, cuestionamientos, se actúa casi sin pensar, pero al pasar cierto tiempo, cuando se ve que el problema es más grande que uno, o “se le sale de las manos” como en mi caso la tormenta en el mar, empieza la entrega, la oración.
Ya cuando vi que la cosa no dependía en lo mas mínimo de mi y tampoco enteramente del capitán del barco (cuando los problemas de la vida lo sobrepasan a uno), empecé a orar. Realmente no fue una oración pausada y tranquila sino suplicante y temerosa pues sentía que entre más oraba, más aumentaban las lluvias y el viento. Cuantas veces se siente eso en la vida, entre mas oración, mas negro se ve el horizonte. Le pedía a Jesús que calmara los mares y vientos como lo había hecho en la barca al ser despertado por sus discípulos asustados. Le pedía una y otra vez, le suplicaba, pero nada. La lluvia caía a mi parecer mas fuerte y el viento soplaba sin compasión. Habían instantes en que respiraba tranquila, pero luego, al mirar al frente y reconocer un horizonte oscuro, el miedo se volvía a apoderar de mi.
La tormenta no ceso, las lluvias no disminuyeron, el mar siguió furioso pero nuestro barco finalmente llego a la orilla y nos devolvió sanos y salvos a puerto seguro. ¿Qué aprendi? A veces le pedimos o mas bien rogamos a DIos que nos evite un trago amargo, una situación difícil o dolorosa, un momento en la vida de esos que preferiríamos evitar, una cruz, pero parece que El no hace nada, no se inmuta pues la tormenta sigue igual o empeora; pero a pesar de nuestra falta de fe y confianza podemos estar seguros de que El no dejara que nuestro barco naufrague o que seamos probados mas allá de nuestras fuerzas, El se asegurara de que lleguemos a puerto seguro y nos brindara las fuerzas para recuperarnos y seguir navegando otros mares con mas experiencia, sabiduría y confianza.
Un abrazo. Pili