Las visas
Un viaje de estas características conlleva una cantidad de trabajo de planeacion. Mucho más del que cualquier persona se pueda imaginar. Vuelos, alquiler de apartamentos, definición de itinerarios, alquiler de carros, definición de rutas, seguros médicos, definición de sitios para visitar y por supuesto, las visas.
Desconozco si a todos les pase igual, pero para mí, aplicar a cualquier visa es un proceso espantoso, cargado de estrés y de angustia. Llenar los formularios es una tarea titánica y engorrosa, sobre todo cuando se tiene en cuenta la cantidad de información, a mi juicio inútil, que piden. La más compleja es la de Inglaterra que toma casi dos horas por persona. Piden por ejemplo un registro con fechas exactas de entrada y salida de todos los viajes hechos en los últimos 5 años! Buscar en los pasaportes los sellos de entrada y salida es una tarea investigativa compleja. Para la visa del Japón hay que llenar un itinerario detallado de lo que se va a hacer cada día, tanto en la mañana como en la tarde durante toda la estadía [???]... Todos preguntan si quien llena la aplicación ha participado en genocidios, trata de humanos, narcotráfico, atentados terroristas o si ha traficado con armas. Son tantas preguntas de ese tipo que el proceso logra enmarcarlo a uno en un estado mental de defensa, como si se estuviera probando ante un tribunal la buena fe.
Armar los paquetes de incontables documentos para cada miembro de la familia -somos 6- es tremendo. El paquete resultante de documentos es descomunal y siempre queda uno con la sensación de que algo le faltó. Cuando ese sentimiento se vuelve realidad la frustración es indescriptible, como cuando al radicar los papeles en el consulado del Japón, faltaron los certificados de estudio de los niños, que era un requisito nuevo, no publicado en la página web... lo que implicó conseguirlos y volver. (Desde Chia)
Ya con todos los paquetes listos, llega uno a radicarlos y entrar a un consulado es casi como entrar a una prisión. Todo [teléfonos, computadores, etc] queda incautado en la portería, pasa uno por varios detectores de metales y luego vienen las requisas. Al final, solo falta que le sellen a uno la piel. Este sentimiento (de estar entrando a una cárcel) se consolida cuando llega el turno de presentarse ante en Consul, quien ejerce su oficio al otro lado de un vidrio con blindaje clase 4 y para comunicarse con el o ella se usa un auricular, tal como los que en las películas usan quienes están privados de su libertad para hablar con sus seres queridos.
Sale uno, finalmente, con la satisfacción de haber cerrado esa etapa pero con la angustia de saber si serán aprobadas o no. Me gusta la práctica de la embajada americana que le dice a uno si la visa fue aprobada tan pronto se termina la entrevista. En fin, sale uno esperando los días del caso para saber el veredicto final.
Se llega el día y se regresa al consulado. El proceso de entrada, igual de riguroso ya es más familiar. Pasa uno con la contraseña y cuando ya tiene uno los pasaportes con los sellos, se siente un descanso indescriptible. ¡Lo logramos! Le digo a Pili por la línea o por whatsapp cuando ya los tengo en mis manos.
Mientras escribo estas líneas, solo nos falta tramitar la visa de Tailandia (y la de BosniaHerzegovina que tramitaremos en Italia). Aún nos falta ponernos la vacuna de la fiebre amarilla, llenar los formularios, alistar los documentos y hacer la procesión de toda la diligencia.
Bueno, ya es la última y tan solo a dos Semanas de la partida y con la experiencia adquirida, pues a hacerla con la mejor actitud esperando que el sello este pronto en nuestros pasaportes.
Felipe.