Kyoto bajo la lluvia
Estaba en mora de plasmar en palabras la fascinante y profunda experiencia en Kyoto. Serán varias entradas de las cuales está es la primera. Tal vez nececitaba decantar con calma esos días y esas noches en que tuvimos el privilegio de vivir, explorar y descubrir esta fascinante ciudad.
Salimos de Tokyo con la ilusión de pasar 10 días en Kyoto, la emoción de montar en el "tren bala" y la tristeza de dejar una -o quizás mejor, otra- gran ciudad. Una verdadera mezcla de sentimientos. Íbamos con los morrales llenos de expectativas, pues muchos nos habían hablado con elogios de Kyoto. Llegamos después de un agradable viaje y pasamos por el proceso que ya comienza a volverse más familiar: llegar a la casa que solo habíamos visto en fotos, para descubrirla y convertirla en nuestro "nuevo hogar". Estaba bastante buena. Amplia, limpia y con todo lo que necesitábamos. Nos instalamos y salí al mercado ubicado a un par de cuadras para comprar algo para la cena y para el desayuno del día siguiente. No había wifi en el mercado y esta casa, a diferencia de la de Tokio, no tenía internet móvil que nos llevábamos a todos lados para estar conectados. Por tanto, me fui sin "google translate" y debo decir que el proceso de comprar lo básico para esas dos comidas me costó bastante. Finalmente, después de mucho esfuerzo, tenía lo que necesitaba, me dispuse a pagar y cuál sería mi sorpresa cuando el cajero, a punta de señas pues no hablaba inglés, me dijo que no recibían tarjetas. Yo sin efectivo, intenté preguntar dónde era el cajero más cercano y lo único que entendí fue la dirección hacia la cual tocaba desplazarse. Le pedí que me guardará las cosas (a señas) mientras que sacaba plata y salí buscando el cajero en una calle oscura. Como lloviznaba, había poca gente. Unas tres cuadras adelante, en frente de la estación del metro "Inari" me sorprendió un hermoso templo, iluminado, que resultó ser, nada más y nada menos que el Fushiri Inari, el templo "mejor calificado" de todo Kyoto y que estaba a unos pasos de la casa. Tome nota mental para ir a visitarlo pronto. (Sobre este templo en un blog futuro)
Seguí caminando y otras tres cuadras más adelante, encontré el cajero. Pero era un cajero donde todo era en japonés. Intenté sacar dinero y no sólo no me lo dio, sino que ¡no me devolvió la tarjeta!. Quería llorar, pues dependemos de esa tarjeta para pagar lo que necesitamos. Había un teléfono al lado del cajero y angustiado lo levanté y un timbre comenzó a sonar. Unos segundos después me contesto una señorita en japonés que no hablaba inglés... yo balbuceaba y trataba de poner el reclamo y pues algo tuvo que entender, dado que mientras hablaba con ella, en pánico, el cajero "escupió" mi tarjeta lo que devolvió el alma a mi cuerpo.
Camine un par de cuadras más y encontré un 7 Eleven, donde hay cajeros "internacionales" y allí, con las instrucciones en ingles, pude sacar el efectivo que necesitaba. Regresé al mercado, pagué mis compras y volví a la casa donde me encontré a la familia preocupada por mi demora. Después de esa experiencia, comimos y nos fuimos a descansar.
Al otro día, amaneció lloviendo por lo que hicimos una rápida búsqueda en Google sobre que hacer en Kyoto lloviendo con niños. Hablaban de lo obvio, que fue lo que terminamos haciendo: nos fuimos a un centro comercial donde almorzamos, Pili y los grandes entraron a cine mientras yo paseaba a Guadalupe hasta que se durmió. Fue una tarde tranquila y al culminar el plan regresamos a casa. Al otro día llovería también, pero claramente no estábamos dispuestos a otro día de "mall". Leí varios blogs y artículos sobre que hacer en Kyoto mientras llueve y di con uno que me encantó. Decía que lo mejor era armarse de un poncho y de una sombrilla y salir a visitar templos, pues por la lluvia los frecuentaba poca gente, casi ningún turista, y lo mejor -decía el artículo- era que la lluvia le daba una magia especial a los templos y a sus jardines. Así que nos armamos de todo el "gear" para la lluvia y salimos a explorar. Decidimos hacer el famoso "Philosophers Walk". Al salir de la casa, llovía ...
...pero al llegar al primer templo escampó y pudimos verlo sin lluvia. Absolutamente espectacular. Los jardines zen de "piedras y arena" eran simplemente perfectos. Combinaban armoniosamente con árboles podados con un detalle increíble y con la construccion misma. Nos quedamos un rato disfrutando del lugar.
Seguimos caminando por el lado de canal hacia el otro templo y comenzó a llover de nuevo. Nos pusimos la pinta del caso y llegamos al segundo templo que pudimos ver con menos calma que el anterior pero unos minutos fueron suficientes para entender con claridad lo que el artículo decía que pasaba con los jardines cuando llovía. Wow.
Saliendo de allí nos dio hambre y teníamos antojo de sushi. Preguntamos en un café si había algún restaurante cerca y nos guiaron, con la amabilidad habitual de los japoneses hacia la dirección indicada. Llegamos y ¡era una casa! , llovía con ganas y mojados entramos para encontrarnos con un "sushi bar" casero donde había 2 mesas tipo japonés y una barrita con 4 butacas. Al fondo del lugar había una sala en la que una pareja, ya mayor, estaba sentada viendo televisión. Pregunté si estaban abiertos y nos indicaron que si. Éramos los únicos clientes del lugar por lo que toda la atención fue solo para nosotros.
Al terminar ese delicioso almuerzo, nos disponíamos a salir cuando vimos que llovía a cántaros. Nos pusimos los ponchos y abrimos las sombrillas y aunque dudosos, decidimos salir...
Regresamos al "camino del filósofo" y pronto llegamos a un templo en el que como lo anunciaba el blog que había leído, no había nadie. Éramos los únicos. Decidimos escampar en una estructura en El centro del templo que nos cubría de la lluvia y nos ofrecía una vista panorámica de los jardines exuberantes del lugar. La lluvia se veía caer sobre la vegetación y el aroma característico de naturaleza mojada lleno el lugar. El sonido de las gotas cayendo se convirtieron en música que nos acompañó en tan especial experiencia. Guadalupe se quedo dormida y aprovechamos lo mágico del lugar para quedarnos allí. Guardamos un silencio largo y cada uno se adentró en sus pensamientos y en sus oraciones. Fue un momento absolutamente espectacular.
La lluvia cedió un poco, sin embargo nos quedamos ahí un rato más. La intimidad con el alma nos invitó a permanecer en silencio. Al rato escampó y salimos a caminar un poco más. Los árboles aún goteaban por el agua retenida en sus hojas y toda la vegetación estaba bañada de una belleza magistral. Tomé algunas fotos pero creo que esta transmite todo lo que quiero decir...
Salimos pensativos y con el alma llena y hablamos de lo espectacular que había sido la experiencia. Al final, no es sino salirse un poco de la zona de confort y descubre uno cosas extraordinarias. El solo hecho de "abrazar la lluvia" y descubrir lo que cae del cielo en sus gotas fue para nosotros realmente profundo y revelador.
Salimos de allí y ya el sol caía, pasamos por Gion, zona reconocida por su autenticidad, sus canales de agua que se cruzan por todos lados y por qué es el sitio donde están las Geishas. Caminamos por el lugar anonadados de ver algo tan diferente y bonito. Al igual que los jardines de los templos, este "setting" ahora urbano, estaba también bañado por la lluvia lo cual le daba un toque muy especial.
Esa noche, dormimos como los ángeles , pues la combinación de un cuerpo cansado y un alma en paz es la mejor fórmula para descansar.
Comenzamos un nuevo día menos lluvioso que el anterior pero gris. Esta vez salimos sin miedo a seguir conociendo y fuimos a un hermoso templo forrado en laminilla de oro. Termino con algunas imágenes del lugar que hablan por sí solas y me despido con el deseo de que este relato haya podido transmitir algo de lo que vivimos estos días en una ciudad fascinante y como la lluvia -contrario a nuestras ideas- ayudó a que gozáramos profundamente..
Un abrazo!
Felipe.