El nos da gusto en todo.
Los días vuelan, ya pasaron casi cinco disfrutados en Bélgica. Dos en Bruselas al lado de mi amiga del colegio Caro Diaz, quien generosamente se desplazó a otro apartamento para dejarnos a nuestra entera disposición su lindo hogar aperado de frutas, quesos y panes y posteriormente, dos días largos visitando dos santuarios hermosos: Nuestra Señora del Corazón de Oro [Beauraing] y Nuestra Señora de los Pobres [Banneaux].
En este momento nos encontramos en el avión rumbo a Porto (Portugal), donde pasaremos 5 días y cuyo principal objeto es la visita al Santuario de Fátima del cual tenemos muchas expectativas e ilusión.
Es increíble como Dios cumple y llena hasta las mas pequeñas necesidades mias (y las de todos) y les cuento por que menciono esto ahora:
Esta mañana en el aeropuerto estaba muy nerviosa y angustiada; hace no muchos meses, una bomba había matado muchas personas en el mismo lugar en el que estábamos y al que estaba llevando a mis hijos. Bélgica sigue estando en la mira del terrorismo, nos contaron que es el centro de operacionesdel ISIS y claramente, el aeropuerto es un lugar muy frecuentado. El ver todos esos militares, tanta seguridad y cientos de personas, me hizo sentir una gran inseguridad y miedo. Veía a Felipe con cara de angustia y me dieron ganas de llorar, no sólo por el golpe tan “berraco” que me di con la puerta del baúl del carro cuando lo estábamos entregando en AVIS, sino por pensar que estaba en un lugar con mis hijitos donde había habido tanto dolor hace apenas unos meses.
En el aeropuerto el tapete era morado parecía nuevo, habían mariposas decorativas en el aire, jóvenes sonrientes con camisetas que decían “May I help you?” y un DJ tocando música relajante; asumo que el montaje era para tranquilizar el ambiente pues claramente no era la única que me estaba sintiendo de esa forma, sino los cientos de turistas que también recordaban las noticias e imágenes de ese macabro día.
MI corazón añoraba poder escribir, rezar y compartir un rato lo que estaba sintiendo pero me esperaban dos horas de avión donde seguramente debíamos estar muy pendientes de Guadalupe. En la entrada al avión, a Pipe le entregaron un papelito que decía “upgrade para una persona”; el como siempre, con sus ojos amorosos y su sonrisa absolutamente cautivadora me lo dio y dice a los niños: “para mamá” (estoy con el ojo encharcado de pensar en ese esposo tan increíble que me dio Dios). En el camino hacia el avión, Manuel me dice: “mami y yo puedo en otra ocasión ir también en esa parte elegante?”, “cuando seas grande mono” le respondo yo. Acomodo a los niños con Pipe y me voy adelante en silencio ( me siento un poco egoísta pero me gana la felicidad). Me cuesta relajarme, rezo un rato y le doy gracias a Dios (y a mi generoso marido) por concederme este par de horas de descanso donde podré leer, rezar y escribir.
Durante la visita a los dos santuarios en Bélgica, nos hospedamos en un bed and breakfast; asumo que en estos viajes conoce uno mucha gente, unas personas que impactan mucho y otras que impactan menos. La dueña del pequeño hotel me impacto muchísimo: un mujer ya casi para cumplir sesenta años; vive sola durante buena parte del mes pues su marido trabaja en Suiza y viene una vez en el mes a verse con ella. Me expresó, como en ocasiones puede pasar hasta un mes sin hablar con nadie, por tal razón, hablamos y hablamos y nos conocimos mas que con otras personas. Había una foto de ella vestida de monja, otra de novia, otra de su nieto quien dice es su adoración, otra de su hija. Poco a poco me fue contando que fue religiosa durante cinco años, que trabajó ayudando a niños abusados, pero que luego, termino “distanciándose” del Vaticano por lo cual se había retirado de ser religiosa; sabia mucho sobre santos, me mostró su bonito altar en el cuarto con una reliquia de Maria Magdalena. Sacó unas telas y unos impresos que le habían regalado unos padres carmelitas y nos propuso que hiciéramos unos escapularios aprovechando el día lluvioso. Valen empezó a hacerlos y cual seria la sorpresa que al volver nosotros de nuestro día en el Santuario, ella los había terminado de coser y nos dijo, “los hice orando y llorando”.
Una mujer absolutamente generosa: solo buscaba que estuviéramos a gusto en su casa, ponía música colombiana, nos preparó la ensalada de frutas que añorábamos, compró una torta de fresas para luego de la comida, me regaló una cartera que en algún momento le había halagado, nos preparó unos sandwiches para el camino (me acordó de mi mamá), nos llenó el carro de agua por si a los niños les daba sed, le regaló a Valentina una cadena con un ángel, en fin, sólo quería vernos felices.
Tengo que ser sincera y decir que cuando llegamos a su casa, dudamos un poco del lugar dada la mescolanza de cosas (habían ángeles, gnomos, hadas, budas, estatuas del hinduismo, etc.), pero de corazón pienso que Dios quería que estuviéramos allí pues parte importante de este viaje es dar testimonio y no hablando sino viviendo. El que ella viera una familia católica, que cree en la Iglesia a pesar de reconocer en ella grandes pecados pero también la santidad de Dios, el ver unos niños que con fervor rezaron el Rosario por ella, acompañados por el piano de Felipe, el escuchar que dedicamos con amor seis meses de nuestra vida al plan de viajar por medio mundo para aumentar nuestra fe, lograr indulgencias plenarias y unirnos como familia la tocó y la tocó muy profundo. Algo espiritual fuerte nos unió, el abrazo que nos dimos al despedirnos expresó un compromiso de orar ella por nosotros y nosotros por ella. Oraremos para que un día ese amor que le tiene a Jesús (su ex marido como lo llama ella) se traduzca en amor y perdón hacia su esposa La Iglesia. Para que un día vuelva a colocar al Cristo que tiene aislado en el jardín, en la entrada de su casa.
Oraré porque hay tantas personas viviendo el terrible flagelo de la soledad que a pesar de estar rodeado de gente viven una tristeza profunda y por dentro están heridas mortalmente. Oraré para nunca desviarme del camino pues vi la confusión que eso crea. Oro para que Dios me ayude a ser generosa y humilde con mis creencias, que prime el amor antes del rigor en mi religión.
Todo de este viaje es una enseñanza, gracias Dios mío.
Pili